Pequeña semblanza del antiguo Cementerio Británico
«Si no viví más, es porque no me dio tiempo».
Epitafio en la tumba del Marqués de Sade
Escribe: Miguel H. Coletti
Desde la avenida Guardia Chalaca, el antiguo Cementerio Británico de Bellavista parece una fortaleza inexpugnable de gruesos muros verdes que la hacen imposible para los bandidos que trepan paredes como gatos y buscan tesoros ajenos. Así vive esta reliquia del patrimonio chalaco, un museo a perpetuidad sin vigías en sus torres, sin alertas que la protejan del mal común (porque no las necesita), resplandeciente y opaca para el público, aferrada a la vida lujosa de sus muertos, como un cementerio de antiguas joyas y celebridades de un pueblo que pasa por fantasma para la cultura, el antiguo Británico resalta por su imponente belleza en medio de la vorágine de violencia que sacude a los barrios del Callao.
Este Cementerio Puerto es una reliquia de la antigua Bellavista, uno de los pocos monumentos históricos de época que se conserva casi intacto luego de la guerra de independencia del Perú. En ese entonces la hermosa Plaza Isabel La Católica y sus alrededores se convirtieron en el cuartel general de los independentistas, quienes lanzaban poderosos cañonazos que recorrían el cielo en parábola hasta la Fortaleza del Real Felipe donde resistía heroicamente el ejército realista.
El cementerio también ha soportado los bombazos de la guerra interna en el Perú; un feroz coche bomba estalló en la puerta de la Comisaría de Bellavista (vecina del cementerio) en abril de 1992, desatando un panorama infernal, varios cuerpos de mármol fueron mutilados, lápidas rajadas y estatuas de los mausoleos que fueron descabezadas por la onda expansiva.
Acudimos puntuales a nuestra cita con el sociólogo e historiador del Callao Alberto Paz de la Vega, chalaco de nacimiento y ex director de Cultura del primer puerto a quien encontramos en la puerta del Británico acomodando sus lentes de medida.
Nos recibió amablemente “El Chino”, antiguo vigilante de marrón, quien junto a su gato blanco, Gringasho, quitaron la tranca del portón y fuimos invitados a percibir ese bello panorama del jardín bien cuidado del cementerio, la fragancia de las flores mortuorias, y los mausoleos de lujo. El recorrido por las tumbas lo realizamos junto a nuestro entrevistado y al gato, quien, pasos adelante, iba moviendo su cola con nobleza, parecía adiestrado para ser un buen anfitrión con los visitantes y servir de guía. Señalaba el sendero inmortal haciéndose inmóvil en las lápidas “importantes” con sus patitas silenciosas y sus orejas en punta, así nos condujo hasta un fino mausoleo donde pudimos leer en grandes letras góticas:
James Faulkner
1827-1893
Brooklyn(NY)-Callao
Y a su costado otra tumba impresionante sobre el fino grass decía:
James Hart
Born in Glasgow Scotland 1918
Este cementerio alberga las tumbas de famosos personajes quienes se establecieron en el Callao, “cuando el Callao era inglés”. Así nos refiere Paz de la Vega, quien conoce este lugar al detalle.
El antiguo cementerio Británico fue construido a pedido de la corona inglesa y tuvo su primer residente en el año 1835, el oficial de navío inglés William Russell Drumond, quien murió como resultado de un impacto de bala de mosquete en la rodilla recibido mientras ayudaba a poner fin a un motín en el Callao.
Aquí era enterrada gente de diferentes partes del mundo. Eran, por lo general, viajeros europeos de clase media quienes se habían embarcado como muchos de sus paisanos en el proyecto de “Hacer la América”. Eran enterrados en este lujoso cementerio porque no profesaban la religión católica: budistas, judíos, protestantes, islámicos, etc.
Podemos encontrar lápidas de ciudadanos de regiones lejanas y puertos escondidos:, neozelandeses, belgas, canadienses, checoslovacos, yugoslavos, rusos, suizos, judíos, chinos, japoneses, estadounidenses, etc. La mayoría de estos personajes y sus descendientes participaron (y continúan participando) en la consolidación del sistema económico, cultural y político del Perú después de la guerra de la independencia.
La historia del antiguo Cementerio Británico ha podido registrar enfermedades y pestes de interés médico, como la plaga de Fiebre Amarilla que azotó Callao y Lima en abril de 1868, cuando en solo dos meses más de 200 ciudadanos alemanes, sin contar británicos y peruanos, murieron de dicha enfermedad. Otro incidente que se registra fue la plaga de la Viruela Loca en 1879.
El gato blanco nos conduce ahora por los mausoleos más lujosos, los de las familias europeas y sus descendientes como la familia Oeschle, los Kieffer, la familia Backus, los Lindley. Encontramos Las tumbas de ingenieros escoceses, que llegaron para construir el ferrocarril a La Oroya y murieron del terrible mal del paludismo. Entre tantas personalidades podemos mencionar a la luchadora social Dora Mayer Loehrs, ciudadana alemana que llegó al Callao a la edad de 4 años y vivió en el barrio de Chucuito-Callao. Ella se encuentra sepultada en la tumba C-12.
Otro de los personajes es Víctor V. Morris, aventurero norteamericano que, según la tradición popular, es el creador del pisco sour y fue el dueño del legendario Morris Bar del centro de Lima.
El recorrido termina hasta donde nos acompaña el gato, en el impresionante mausoleo de Juan Gildemeister. Este personaje, nos refiere el entrevistado, fue un comerciante e industrial nacido en Bremen-Alemania, el 16 de junio de 1823 y venido al Perú por el año de 1843, cuya fortuna se inició a raíz del maretazo de 1868 que destrozó los almacenes de los puertos del sur del Perú dañando el salitre que en ellos se encontraba esperando su embarque a Europa. Antes de que la noticia de la catástrofe se diera a conocer, adquirió los almacenes del salitre en Europa, lo cual le valió generar una gran fortuna personal. Este personaje murió en Lima el 31 de mayo de 1898, dejando un legado importante en la disciplina del Tiro peruano, pues el título más importante de este deporte lleva su nombre.
El gato nos hace una reverencia con la cabeza para despedirse y comprendemos que el tiempo pasó muy rápido, nos vamos imaginando lo que no preguntamos mientras nos despedimos de nuestro entrevistado; las apariciones a plena luz del día, los gritos de dolor en plena peste o pedidos de ayuda en el ahogamiento, ruido de olas y las cadenas que se arrastran por los suelos generando chispas, los brindis y sonrisas plenas como si se tratara de una fiesta de época donde las parejas bailan valses y polcas con antifaces. Seguro el cementerio se llena de luz por las madrugadas, el gato blanco se siente como un pez, la atmósfera se enrarece y es muy común distinguir siluetas de marineros en la oscuridad, capitanes de 7 mares, los trabajadores fantasmas, navieros de grandes mostachos con anclas de tatuaje en el brazo rugoso, mujeres de cabello liso y traje blanco llorando entre las tumbas.
Hoy, el cuidado de este hermoso cementerio se encuentra, felizmente, a cargo de la Asociación del Cementerio Británico (British Burial Ground), quien lo mantiene pulcro y radiante, mientras afuera, en las calles del puerto la vida continúa valiendo monedas, la delincuencia de los gobernantes se crispa de boletas sin valor, la explosiva guerra inmobiliaria sangra y los balazos, como cañones, surcan el aire violento en una guerra que no se sabe cuándo acabará.